lunes, 29 de junio de 2009

PARA LOS MAYAS SALUD ES EQUILIBRIO


El h’men Antonio Mukul al realizar en abril pasado la ofrenda del balché, en una ceremonia celebrada con motivo de la visita del escritor Eduardo Galeano

MANÍ.— La medicina tradicional maya ha sido señalada negativamente por una cultura imponente, que califica a quienes la practican de yerbateros, curanderos e incluso brujos, lamenta el presbítero Atilano Ceballos Loeza, director de la escuela de agricultura ecológica “U Yits Ka’an”.

Previo al inicio en este mes de los cursos sobre medicina tradicional dirigido a alumnos de la subsede Valladolid, el sacerdote destaca que el uso de diversos apelativos para referirse a los médicos tradicionales, revela el rechazo a algo que ha acompañado a la humanidad desde siempre.

—El conocimiento sobre la naturaleza ha acompañado siempre a las personas. Entonces, quienes practican la medicina tradicional son aquellas que han logrado entender, aplicar u observar qué partes de las plantas, si la raíz, tallo, corteza o las hojas sirven para recuperar la salud.

El director de “U Yits Ka’an” destaca que para la mentalidad maya la palabra “salud” no existe.

—La palabra es armonía, equilibrio. Estar enfermo es tener un desequilibrio, a veces del tipo psicológico u emocional.

Recuperar el equilibrio
—Para los mayas, para la mentalidad mesoamericana, la salud es sinónimo de equilibro. Uno está cuerdo o sano cuando hay un equilibrio. La naturaleza misma nos ayuda a equilibrarnos. Hay plantas y contraplantas para recuperar el equilibrio perdido.

—Cuando uno habla de un médico maya, yerbatero o curandero, normalmente lo asociamos con una persona de edad adulta, porque ellos son los guardianes de la sabiduría. Los abuelos y abuelas, porque también hay curanderas.

—Son esas personas las que han resistido al embate, cuando una cultura extraña llega a combatir a otra.

Promotores de esa cultura extraña, lamenta el presbítero Ceballos Loeza, califican a la medicina tradicional, a la que se basa en plantas y raíces, de algo del pasado, anquilosado.— Hipólito Pacheco Perera. Diario de Yucatán.

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